(10) Stanford y otras visitas en SF


El sábado pasado decidimos explorar el sur cool de San Francisco, un área que ha revolucionado el mundo: Google, Appel, HP, Microsoft y demás. El Silicon Valley y Palo Alto son nombres que imponen respeto en todo el planeta. Y por motivos obvios, que no extrañarán a los que nos conocen, encaminamos nuestros pasos en primer lugar al 3000 de Hanover Street, en Palo Alto.


Allí se encuentra la sede central de HP, ante la que nos hicimos unas fotos para el recuerdo. A lo mejor algún día volvemos....


A Fely le gustó especialmente el diseño de este jardín. Palo Alto es un lugar cuidado, en un entorno de grandes avenidas, árboles y sedes de grandes empresas en edificios que destacan sin deslumbrar. Y sobre todo, allí no llega la niebla fría de San Francisco en verano. Como era sábado, nadie trabajaba pero en las carreteras había numerosos ciclistas haciendo deporte.


A muy poca distancia se encuentra la Universidad de Stanford, referencia en todo USA, a donde nos dirigimos un tanto a ciegas.


Llegamos al museo de la Universidad y vimos en el exterior una exposición de Rodin y penetramos en un edificio donde tiene su sede el legado cultural de este campus, obtenido en su mayoría (o quizás todo) del legado de la familia fundadora y donaciones de antiguos alumnos, algo sorprendente para nuestros esquemas. Y menudas donaciones.


La visita fue de lo más interesante y allí nos tiramos varias horas. Así supimos que la Universidad de Stanford nació en 1891 como tributo al único hijo , Leland Stanford junior, prematuramente desaparecido a los 18 años de una familia enriquecida especialmente por el negocio del ferrocarril. Había recuerdos de la familia y de las propias colecciones del chico que tenía ciertas inquietudes artísticas y murió en Italia a causa de unas fiebres tifoideas. En memoria de ese hijo compraron una enorme granja en lo que hoy se conoce como Silicon Valley y fundaron una universida, hoy en día superprestigiosa en campos como la medicina.



Quedamos enganchados tras encontrar una exposición de obras de manos de esculturas de Rodin que han sido analizadas con medios ultramodernos por científicos de la Universidad de medicina para descubrir las enfermedades de los modelos del escultor francés y sus posibles remedios quirúrgicos. Descubrieron cosas impactantes cuando los protagonistas hace décadas que murieron. Flipante.


Por las salas, pasillos y patios del recinto descubrimos obras de todo tipo y de todas las épocas.


Incluida esta cortesana de Picasso.


Otras no tan conocidas como la superior, de un pintor belga, que muestra la reacción de público numeroso ante un niño que se ahoga, pero que no aparece en la pintura.


O totem de antiguos pueblos indios y obras precolombinas. No alargamos la muestra, pero hay también piezas de Japón, de Australia y de casi que cualquier parte del mundo.


En la cafetería tomamos un agradable tentempié y seguimos.


Afuera finalmente echamos un vistazo a la muestra de Rodin.


Incluida la Puerta del Infierno, que fue caricaturizada por alguno de los presentes tras observar como lo bordaban unos japoneses.



A unos kilómetros de distancia se halla la ciudad de San José, no tan conocida por su nombre pese a los centros tecnológicos que alberga junto a los vecinos Palo Alto, Mountain View y Cuppertino. 



Aunque no suena, es la tercera ciudad del estado y tiene más habitantes que San Francisco. Allí dimos una vuelta por su plaza central, donde unos niños se refrescaban del sol, y salimos pitando para San Francisco.


Habíamos quedado a las 6,30 para cenar (ya parecemos yanquis) con Victoriano , Toro para sus amigos, un redondelano amigo de la infancia de Alfonso (sentado a la derecha de Juanma) que lleva 28 años en SF. Fue una reunión de lo más interesante: emigró por motivos económicos y amorosos sin trabajo ni muchas opciones y hoy lleva un departamento (el de documentación) del área de suministro de agua del Ayuntamiento, y de sus varios cientos de trabajadores es el único europeo. Tiene ambas nacionalidades, USA y española, y nos puso al día de la vida en esta ciudad y de su particular visión de lo que son los Estados Unidos. Se inició como periodista en Santa Cruz, la capital californiana, y nos contó peripecias de una vida ciertamente agitada e interesante. 


Tras está excursión, el domingo nos dedicamos a patear zonas que no habíamos visitado de SF. Antes de tomar el tranvía cerca de casa, imortalizamos una calle del barrio para que se  vea lo que supone no enterrar el cableado eléctrico.


Y como son tan prácticos, a veces señalizan las paradas del bus en el suelo de forma sencilla. Se trata, claro, de la línea 18.


De entrada visitamos el museo del Cable Car, una seña de identidad de SF, el tranvía histórico que funciona arrastrado por un cable bajo tierra, siempre en movimiento, un caso único en el mundo.


En el lugar se encuentra el mecanismo que mueve los cables y que puedes contemplar sin problemas.


Nos empapamos de su historia y de cuestiones como la polémica que se generó a finales de los años 40 y principios de los 50 cuando un alcalde moderno quiso eliminarlo para sustituirlo por autobuses, iniciativa que afortunadamente fracasó. No obstante, hoy en día es básicamente una atracción turística y cada trayecto cuesta 6 dólares, pero ahí sigue.


Nos recordó lo ocurrido en Vigo en 1968, año en el que desaparecieron los tranvías, relevados por autobuses, un cambio que visto con perspectiva fue una auténtica desgracia. En SF fueron los ciudadanos quienes lo impidieron, lo que en la España franquista era implanteable.


Y tras el Cable Car, recorrido por el enorme Chinatown de la ciudad.


Es una zona amplia llena de tiendas de lo más variado y repleta de población de etnia china, aunque probablemente la mayoría es americana de más de una generación. Son millares, incluido el alcalde de SF. A veces en el bus solo hay chinos, por ejemplo.


El barrio estaba a tope en la mañana de domingo: mimos en las calles, decoración colorista asiática, restaurantes, mercados, tiendas de ropa, recuerdos y masajes y lo que se os ocurra. 



De todo, como es característico en estos barrios sea cual sea la ciudad que los acoja.


Me olvidaba de joyerías, tiendas de muebles y decoración, y celebraciones varias, boda incluida, como una que nos encontramos.



Camino del Embarcadero, el antiguo puerto reconverido en zona de ocio y comercial, que ya recorrimos en parte el primer día, atravesamos a pie el distrito financiero.


Aquí los edificios son de otro pelaje.


Y la pirámide, el más alto de todo SF.


En un extremo del Embarcadero nos recibe una réplica de la Giralda de Sevilla de 1898, detalle que nos había anticipado Toro el día anterior. Incluso fue una de las pocas torres que sobrevivió al terrible terremoto de 1906. Al parecer hay otras similares en Kansas city o Cleveland y su estilo hizo furor en aquellos tiempos en que los americanos pretendían recrear los estilos clásicos europeos.


El paseo junto al mar, con cientos de tiendas y locales de ocio, museos, restaurantes y chiringuitos, estaba atestado en una tarde de domingo.


Nos encontramos un puesto de churros, que venden en unidades de casi medio metro y rellenos de crema, pero huelen como los de siempre. Los envuelven en un papel .


Tras un largo paseo, pues el tamaño del antiguo puerto es enorme, llegamos al lugar que buscábamos.



Se trata del restaurante Scomas, que nos habían recomendado Valvanera y José Luis el viernes anterior, aunque ellos no tuvieron tiempo de probarlo.


A ellos se los recomendó una periodista de El País con la que estuvieron . Les dijeron que es lo mejor en pescado y marisco en la ciudad ya que tienen barcos que se lo traen directamente y que son los únicos que utilizan aceite de oliva para cocinar. Por cierto nosotros lo usamos (el aceite californiano) y está muy rico.


Estaba a tope y tuvimos que esperar un poco . Nos encantó la cena con diferentes tipos de marisco (vieiras, langosta) y salmón, vino de California y algún postre y hasta copa de coñac. O sea, que nos cuidamos y que no solo son hamburguesas. Luego, para casita en transporte público, lo que no fue rápido en la noche de un festivo.

1 comentario:

  1. Buen provecho. Yo querría saber más cosas de las empresas de tecnología, pero ya os preguntaré. Alvaro.

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