(5) Los Angeles y Las Vegas (on the road 3 y 4)


Llegar a Los Ángeles, una megalópolis de 10 millones de habitantes y encontrar un barrio de casitas conectadas por canales puede sorprender. A nosotros no porque fuimos a tiro fijo.



Sabíamos que existía Venecia Beach y allí nos dirigió el GPS desde el hotel de Santa Mónica. Cerca de la costa, encontramos esta barriada construida en los primeros años del siglo XX como suele suceder en estos casos: no de forma sencilla pero sin que sea necesario volverte loco.


Tras conseguir aparcar (tienen bien señalizados los permisos en las farolas y en los bordillos) nos dimos una vuelta. Vimos casitas de todo tipo junto a canales que tienen pinta de no estar lo que se dice en uso excepto para pequeñas canoas.


En ellos solo hay barcas de remos, en algunos casos ocupadas por patos. Pero las casas tenían buena pinta y en muchas estaban operarios haciendo reformas. Las había de todos los pelajes, en general con muy buena pinta, y con terrazas hacia el canal cómodas y bien montadas. También vimos carteles pidiendo que los perros fueran atados para que no atacaran a los patos.


El fiasco del barrio tuvo que ver con el hecho de que no se tuvo en cuenta el efecto de las mareas, pero allí sigue, tan tranquilo, una isla relajante y un punto sofisticada.


De Venecia Beach nos encaminamos a Beverly Hills, barrio comercial con tiendas exclusivísimas, que también localizamos. Hicimos un pequeño tour por lugares que para Fely y Ana eran superconocidos (si acaso por el Hola de la pelu) y que a Alfonso y a mí nos sonaban a chino.



Rodeo Drive es, al parecer, la meca de esta zona.


Por ello Alfonso y yo decidimos mostrar nuestros poderes por si venía un vigilante y, dado nuestro aspecto cuasimarginal, nos expulsaba, lo que no ocurrió.


Nos retratamos en unas escaleras que reproducen, un tanto de lejos, las de la famosa plaza de España de Roma.


Por la zona circulan autobuses un tanto chic.


Y las aceras y el mobiliario se muestran especialmente cuidados. Y todo muy limpio.


Localizamos incluso el ayuntamiento de Beverly Hills, que en realidad es independiente de Los Ángeles, un edificio llamativo pero inclasificable que ellos califican de renacentista español (?) y que data de 1932.


Y de aquí directos a tomarnos un café en una tienda-bar de Nexpreso, que no tiene nada que ver con las habituales, pero no estaba por allí George (el Clooney). Hacían batidos y café raros con vainilla, plátanos, helados y tal, que estaban muy ricos.


Y estas aprovechadas horas en Los Ángeles (nos fuimos sobre las cuatro, más o menos) terminaron en la megafamosa avenida de las estrellas o paseo de la fama.


Ese lugar donde colocan estrellas con el nombre de los mitos del cine o la música, y allí los encuentras a casi todos a cambio de ir mirando para el suelo y leyendo los nombres.


Como hay auténticas turbas, cuesta algo hacerlo pero cada poco encuentras a alguno conocido.


En un momento dado, una replicante de Marilyn Monroe intentó tentarnos a Alfonso y a mí, pero nos mantuvimos firmes. La verdad es que estaba un poco tiesa, la pobre.


La avenida es larga, afortunadamente sin pendiente, y delante del teatro de los óscar están reflejadas manos y pies, así como las rúbricas, de algunas figuras destacadas, como la superior.


Pero para nosotros con un rato viendo el espectáculo de este lugar tan conocido y popular, consideramos que era el momento de pensar en poner rumbo a Las Vegas, que hay una tirada.



Antes localizamos desde una terraza de un centro comercial el famoso letrero del barrio en un monte de la periferia.



Y al ir a buscar el coche, una calle de nombre hispano que se suma a las muchas que vemos a diario por aquí, aunque en su mayoría de tintes mejicanos.


Y tras localizar los estudios de la Paramount, por si por chiripa podíamos visitarlos, que no pudimos (reserva previa, etcétera) nos lanzamos a la autopista y al desierto.


Durante casi 100 kilómetros a la salida de Los Angeles fuimos en caravana y hubo algunas paradas. Una curiosidad: casi todo el rato, el quinto carril se reservaba en exclusiva para coches ocupados por al menos dos personas, una suerte para nosotros.


Y siempre un paisaje desértico, necesidades aparte.
Y siempre autopistas que son en realidad rectas sin final, atestadas de camiones inmensos, monovolúmenes como el nuestro y todo terrenos.


Ya de noche arribamos a esta urbe sin parangón de dos millones de personas que recibe 37 millones de turistas al año y dedicada en exclusiva al juego, al ocio y a la juerga.


En este megahotel, Treasure Island (La isla del tesoro) teníamos reservadas habitaciones (tiene unas 3.000). A la llegada, el inmenso barullo del strip (nombre que recibe la avenida principal donde se encuentran los principales hoteles) nos impresionó. Es algo que hay que ver para saber que existen cosas así.


Y como es norma, en sus enormes plantas bajas están instalados los casinos con juegos de lo más variado y un sinfin de tiendas al que puede acceder cualquiera sin problema alguno. Todo está lleno de familias, niños incluídos. Para llegar a las habitaciones, cuesta un buen rato de caminata, aunque en ese aspecto nuestro hotel no era de los peores.


Recorrer los hoteles es uno de los entretenimientos, aunque cuesta. Son inmensos, casi ciudades en miniatura.


Y fuera también hay espectáculo: jardines, fuentes, 

una recreación de la erupción de un volcán conjugando fuego, música, agua y luces en el Mirage. Dura unos minutos y lo repiten cada cuarto de hora.


Estas son las visiones que teníamos desde nuestra habitación.


Por cierto, el hotel estaba muy bien y a buen precio, inferior al de algún motel normalito que hemos utilizado. Quieren que vengas y el hotel es lo de menos: buscan sacarte los cuartos con el juego y otras actividades, aunque con nosotros fueron de cráneo. Vinimos a verlo y lo vimos, pero ni un dólar en el casino.


El de arriba es el hotel dedicado a París, obviamente.


Y este es el ambiente de la calle por la noche, tras una jornada a más de 40 grados, agobiante. (Lo del jersey no es una locura, hace falta para protegerte de los aires acondicionados exagerados del interior).


Y el de abajo es el famoso Bellagio, con su enorme estanque y sus juegos de luces y agua. Cada 15 minutos hacen uno y los van rotando. Una preciosidad y en You Tube hay colgados la tira.



Interior del hotel Venecia, que recrea los canales de la ciudad italiana en su interior con gran realismo. Atención al techo, eran ya las doce de la noche pero semeja la luz diurna creándote una extraña sensación. Pasa lo mismo en el París, lleno de terracitas de bistrós. 



Está claro que en esto de la reproducción y la desmesura no tienen competencia.


A esas horas, cenamos aquí la primera noche, bien. El caso es que en este día empezamos y terminamos con Venecia, sin pisar Italia, éso sí.


Vistas desde nuestra habitación de día, que cambia mucho. 

Y la piscina. Sólo Ana bajó a darse un baño a las ocho y media de la mañana.


Teníamos entradas para el Circo del Sol, que en el teatro de nuestro hotel (chulísimo) representaban Mystere, uno de los ocho permanentes en la ciudad. Son algo fuera de lo común y eso que lo habíamos visto en Madrid hace años. Impresiona, es indescriptible lo que hacen,

los juegos de luces, música, canto, acrobacia, coreografía, trajes, y cuerdas por las que bajan, disfraces increíbles.... Con respecto a lo que ves fuera de aquí cambia que al ser un espectáculo estable los medios son diferentes, sobre todo el escenario que cambia constantemente: se hunde, sube parcialmente...etc , se pasa en un momento.


Y no os quejéis de las fotos, que no dejaban hacer y nos llamaron la atención. El caso es que el teatro de este hotel (uno normalito para los cánones de aquí) tiene más localidades que el mayor auditorio de Vigo.


Y para despedirnos, una imagen del interior del hotel Caesar Palace, centrado en el mundo romano y famoso por la película Resacón en Las Vegas.


Es inmenso, son media docena de edificios unidos por jardines, la piscina, un coliseo.


Y señalar algo que nos llamó poderosamente la atención: pese a lo que es Las Vegas, una gran parte de su turismo es familiar, parejas con niños, abuelas y demás, todos correteando por los casinos, tiendas, restaurantes y un sinfín de actividades, personas en sillas de ruedas con su respirador inseparable, tíos en la calle que facilitan a los otros tíos tarjetas con fotos de prostitutas.... 

La ciudad en sí es toda un enorme espectáculo dedicado al dinero que cuenta con millones de adeptos. No volveremos, pero es interesante verlo en directo.


Y finalmente otra actividad muy propia de Las Vegas: llegarse a uno de los varios outlets y hacer unas compritas. Eso sí los precios magníficos. Marién, nos acordamos de lo bien que lo pasarías aquí. 

Míranos, que luego dicen de tí.

2 comentarios:

  1. Tener cuidado no dejéis la fortuna familiar en las compras en vez del juego, coñas a parte, entre las pelis y los viaje familiares a las Vegas, parece que los que no hemos ido ya la conocemos y como de casa.
    Ya veo que os lo pasais bien en Americalandia, así que disfrutar.
    Os recuerdo que me falta confirmar cuantos comeremos en Bayona el 12/08.
    Besos

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  2. Me gusta mucho veros con las bolsas de levis!;), xcierto, lo de las tiendas de Beverly Hills no es qe lo hayan visto en el Hola...es cultura general! impresionante Las Vegas, besos!!

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