(6) Parques nacionales de Zion y Bryce (On the road 5 y 6)

Del popular casino/ciudad-de-ocio/hoteles en una estepa que en julio alcanza por las noches los 45º (ya nos hemos preocupado de hacer el cálculo y esa es la temperatura de los 113º grados fahrenheit que disfrutamos en Las Vegas) a visitar parques nacionales. Por suerte no supimos los grados que hizo por el día mientras comprábamos en el outlet.


La excursión para los dos primeros días incluía visitar los de Zión y Bryce, que no son de los más conocidos. Junto con el del Gran Cañón del Colorado nos obligaba a saltar de Nevada a Arizona y después a Utah antes de regresar a California. Están relativamente cercanos (para los cánones norteamericanos) lo que supone siempre unos cientos de kilómetros en un triángulo imaginario en la confluencia de los tres primeros estados.


Según nos íbamos acercando a Zión empezaron las montañas y desaparecieron las llanuras. Todo comenzó a ser un poco más verde alrededor.


Casi a la entrada del parque tuvimos un susto. En general conducen bien y más despacio, y son amables, pero, en una carretera de doble sentido, de detrás de una caravana surgió una camioneta pick-up que se nos cruzó irresponsablemente para ir al lado contrario. Por suerte frenamos y por poco pudimos evitar la colisión, pero es algo que puede ocurrir en cualquier sitio y ya está olvidado. Nuestro ángel estaba de guardia en ese momento.



En Zión hacía también mucho calor y allí es preciso aparcar y utilizar un autobús del parque para ir al barranco, su parte principal.


Antes adquirimos un abono para entrar en todos los parques nacionales norteamericanos durante un año. Como vamos a ir a cuatro (los tres citados más Yosemite dentro de unos días), nos sale mejor que comprarlos individualmente. No se paga por persona sino por coche, 80 dólares en total.


Zión es un enorme barranco y tiene una sorpresa en su parte final para el paseante, pero veníamos prevenidos.


Antes tuvimos que dar un paseíto como de media hora por el barranco en un sendero muy accesible. Había mucha gente y todavía más ardillas que están acostumbradas al hombre y se acercan para que les des de comer, aunque está prohibido.



El barranco tiene una longitud de 24 kilómetros y en su punto máximo alcanza 800 metros de profundidad.


Al río no le costó especial trabajo moldear las rocas ya que se trata de arenisca roja.


La sorpresa en cuestión es que un largo tramo del barranco está ocupado por el río , de nombre Virgin, y no hay camino de tierra. Como lo sabíamos, traíamos sandalias para el agua. También nos agenciamos unos palos en plan casero que otros paseantes habían dejado a disposición de los demás.


La temperatura no era un problema: la media en verano por el día oscila entre los 35 y los 43º grados, con lo que  en realidad el agua suponía un alivio.


Eso sí, el fondo era mayormente de piedras de cierto tamaño y había que poner mucho empeño para no resbalar, pero casi casi lo conseguimos.


En el punto final al que llegamos unos escaladores descendieron por cuerdas desde una considerable altura, y no a todos les salíó bien. Por la pared de piedra bajaba agua y les costaba no resbalar. 


Volvimos tan pletóricos, que descansamos un rato sujetando una piedra que amenazaba caer sobre el camino, y lo hicimos sin despeinarnos.


Dejamos atrás Zión y nos encaminamos a media tarde en dirección a Bryce, el segundo parque nacional del tour.


Por el camino nos topamos con un rebaño de bisontes en un recinto cerrado, algo que a los europeos nos sorprende.


Y ya en Bryce, unos ciervos para empezar... y después el asombro.


No teníamos más que someras noticias de lo que encierra y nos quedamos mudos. Es difícil describir el panorama que ha generado la erosión con cientos de picos ("hoodoos" los llaman, que castellanizamos como "juduuuus") que emergen de un fondo arenoso.


No se trata de un cañón, es un enorme anfiteatro con picos que se conocen como "chimeneas de hadas", originados por la erosión generada por el viento, el agua y el hielo, generando un panorama en el que predominan los colores rojo, blanco y naranja.


A la mañana siguiente nos dimos un paseo por el fondo del anfiteatro, bajando una cuesta pronunciada. 
Es un panorama de lo más espectacular y no fácilmente describible, así que imaginadlo con las fotografías.



Por aportar algún dato, señalar que se conoce por parte del hombre blanco desde 1850, cuando llegó un escocés llamado Ebenezer Bryce, convertido al mormonismo y que se estableció por allí creando por la zona unas cuantas comunidades. Hacía mucho calor aunque se encuentra a 2.400/2.700 metros de altura y vimos fotos en invierno, con nieve.


Nosotros dimos vueltas diversas y recorrimos los miradores para tener diferentes perspectivas.


El paseo que hicimos, el Navajo loop permite descubrir rincones sorprendentes. Lo alargamos llegando hasta un lugar llamado los jardines de la reina.


Por medio de este secarral crecen pinos y se ven pequeños matorrales con hojas de acebo y de roble, aunque no localizamos ninguno crecido.


A veces hay cortados al borde de empinadas pendientes, por las que conviene caminar con cuidado pues la arena es traicionera por resbaladiza.


Había mucha gente y se oía en ocasiones hablar español de España, el resto sobre todo eran mejicanos la mayoría.


Pese a haber dado muchas vueltas y hacer docenas de fotos, poco más hay que contar. Basta con mirar las imágenes.

Nos pareció un parque muy singular, diferente a cualquier otro lugar que hayamos conocido. Una maravilla de la naturaleza.


El tiempo, además, nos acompañó, ya que las nubes parecían querer anunciar una tormenta que finalmente no se produjo, pero nos quitaron un rato de sol inclemente.




Antes de que se formen los hoo doos aparecen los grottos, como el que se ve en la foto.




Desde el último mirador, una vista general,  casi nos daba pena marcharnos de Bryce y perdernos este espectáculo magnífico: dramatic landscape que diría un angloparlante.


Nos alojamos en un motel clásico, claro, el Bryce View Lodge, a las puertas del parque, y cenamos allí en el Rubin´s, que ofrece un buffet libre y donde probamos vino tinto merlot de Utah, aunque la foto siguiente es del desayuno.

Estaba a tope.


De aquí nos fuimos para el Gran Cañón entrando en Arizona, que por cierto, menuda bandera peculiar que exhibe.


De camino encontramos el lago Powell, otro parque nacional en medio de una llanura secarral total con un sorprendente color azul brillante .


Cuenta con una marina ocupada por cientos de barcos y a unos kilómetros la ciudad, Page, creada en 1955, posiblemente tras la construcción de la presa que da calado al lago.


Desde aquí seguimos hasta la inmediaciones del Grand Canyon, cuya visita quedó para el día siguiente. 


Nos alojamos en Cameron, en un motel dentro de la reserva de los indios navajos cuyos empleados eran todos descendientes de la antigua tribu autóctona.



4 comentarios:

  1. Menudos montes pedregosos y arenosos, como siempre los americanos todo a lo bestia.

    ResponderEliminar
  2. Qué pasada!!! chulísimas las fotos!!! Por cierto os veo de lo mas inglish con los "judus" y el dramatic landscape. Fliping in colours!!!
    muá
    PD: Qué ganas de que volváis (por lo que eso significa :P)

    ResponderEliminar
  3. Cuidado con la conducción, no os descalabreis!! impresionantes las fotos, besos!!!

    ResponderEliminar

Aquí podéis contarnos las novedades y mandar dólares, si acaso....