(3) Por San Francisco, Sausalito y alrededores


Tras una primera jornada de aclimatación, el viernes hicimos una incursión veraniega por el centro de San Francisco, lo que quiere decir que salimos por la mañana y volvimos de noche. Como es una gran ciudad, utilizamos al transporte público y prescindimos del coche, siempre una complicación. Cogimos un tranvía que, oh milagro, en el trayecto se convierte en metro y nos deja en el centro, bajo tierra. Como no lo sabíamos, nos liábamos al ver el plano antes de salir. Precio, 2 dólares, 1,5 euros, sin bono ni tarjeta, competitivo para nosotros.


Nos bajamos en pleno cogollo, cerca de Unión Square, que de primera impresión nos pareció muy europeo, dicho sea como un piropo, aunque las tiendas hacen profesión de fe de la bandera, algo impensable en el viejo continente.

Estuvimos callejeando por calles bordeadas por rascacielos y grandes edificios, uno de los cuales presumía de haber sido la sede de la convención demócrata en 1984.


San Francisco mantiene un antiguo tranvía, sin cable en el techo (se mueve por una canalización en el subsuelo) que es la delicia de los turistas. Permite viajar de pie en el lateral y en unos bancos mirando al exterior sin barreras.


La cola esperando era muy larga, y eso que cuesta 6 dólares por persona. 


No muy lejos de allí, en plena Unión Square se conmemora la victoria americana sobre España en Filipinas en 1898, pero hicimos como que no nos dábamos cuenta. De hecho, California fue española hasta 1821 y después pasó a México antes de que en 1846 se incorporara a los Estados Unidos. Por ello, nunca fue colonia británica.



La columna de la imagen homenajea al almirante que mandaba la escuadra yanqui que derrotó a la española frente a Manila.


Viniendo de Vigo, pensábamos que las cuestas de San Francisco no nos iban a sorprender. Craso error. Estas pendientes juegan en la Champion y las nuestras como mucho segunda división nacional. Y más adelante se verá la Lombard, ¡qué nivelazo de desnivel!


Este edificio piramidal, relativamente moderno, es actualmente el más elevado de San Francisco . Su construcción generó polémica, pero al final ha cuajado. Está diseñado de forma que no da sombra a ninguno de los colindantes.


Esto que veis es el interior del principal templo episcopal considerada una catedral (hay 6 de diferentes creencias). Es más bonita por dentro que por fuera y los confetis que cuelgan del techo le dan un aire de fiesta que sorprende en un templo. Está, como no, en un alto.


Y, por fin, lo que se ve en estas fotos, es el famoso tramo de la calle Lombard, cuya pendiente (del 27 % y no habéis leído mal) llevó a la municipalidad a plantificar este curioso diseño florido con curvas para reducir la velocidad de los vehículos a un máximo de 8 km. por hora. 


Hay cola de coches a todas horas para bajar y una turba de turistas la recorre y fotografía sin cesar. Nosotros ayer la visitamos a pie y hoy la bajamos con el coche tras hacer la cola correspondiente. A pie tiene su mérito y en coche casi más, sobre todo la pendiente de ascenso en fila para llegar a la cúspide, de otro 27 % más o menos y nuestro coche es automático con un freno de ¿mano? que se maneja con el pie y lo complica.


Lo dicho. los turistas llegan y se hartan a hacer fotos en esta fotogénica calle y valga la redundancia.


También la bahía de San Francisco anima a hacerle fotos desde cualquier punto.



La foto superior es una carrera que nos encontramos de dos atletas subiendo una de esas cuestas imposibles para ir andando y desde luego corriendo, echándole un pulso al cable car, nombre del tranvía, con la isla de Alcatraz al fondo. 


Por toda la ciudad hay infinidad de casas de estilo victoriano, en su mayoría en madera, que son una seña de identidad. La variedad es infinita.


La zona portuaria ha sido reformada y reconvertida en lugar de ocio y reclamo para turistas y autóctonos. Hay cientos de tiendas y a alguno le dió por disfrazarse de pimiento. La zona se conoce como el puerto pesquero o de los pescadores: Fisherman's Wharf.


Existen también numerosos chiringuitos de marisco, aunque por ahora no hemos sido tentados. Suponemos que viniendo de Galicia puede que no nos impresione. 

Y en medio de la bahía, chan-ta-ta-chan, ¡Alcatraz!, la antigua cárcel en ese peñón perfectamente visible. Es una excursión obligada que casi todos los turistas hacen y que nosotros queríamos, pero no haremos. Antes de venir había huecos de sobra, pero ayer ya solo daban fecha para el 19 de agosto. Una pena. Traemos numerosas cosas reservadas y esta que quedó en el tintero se ha esfumado.


Para compensar, en uno de los muelles tienen atracado el Pampanito, un submarino americano de la segunda guerra mundial, y lo visitamos. 


En total 52 submarinos yanquis fueron hundidos por el enemigo, alemán o japonés, en ese conflicto. 3.500 bajas en total. El Pampanito se cargó el solo cinco barcos. Recorrer su interior acongoja solo de visita, y pensar en lo que era vivir casi cien personas en ese antro y encima jugándote la vida da sudores. Interesante. 



Y por lo demás, en esta animada zona exportuaria puedes hacerte un regreso al pasado....


en una zona de máquinas de juegos, algunas de hace muchos años.


...o presenciar espectáculos callejeros, mimos y demás, en un ambiente de la mayor tranquilidad en el famoso Pier 39. 


Pillamos un taxi de vuelta a casa porque estábamos un poco cansados, todavía bajo los efectos del jetlag.


Hoy decidimos coger el coche y nos llegamos hasta Sausalito, cruzando el Golden Gate Bridge, todavía cubierto por la niebla mañanera. 




Lo que era un poblado de pescadores es hoy una cotizada zona de veraneo de los sanfracisqueños, con fama por sus antiguas viviendas sobre el agua, tipo palafitos.


Las hay de todos los pelajes, y junto a ellas una marina con cientos de barcos. 



Desde allí la visión de San Francisco es impactante.



Y como el día, que amaneció nublado pero aclaró, acompañaba, con muchos barquitos por la ría, pero calor, el justo, casi fresco y con chaqueta casi siempre. 



De Sausalito, a unos pocos kilómetros, la vecina villa de Tiburón, de nuevo un nombre hispano, que por aquí los hay a docenas.


Es como la hermana fina, con casas aún más chulas y cotizadas, y eso que Sausalito no estaba ni mucho menos mal. 


Y mientras disfrutábamos del paseo, el aviso de que los terremotos, en una zona de importantes tensiones sísmicas, pueden provocar tsunamis, un cartel parecido al que fotografíamos en Thailandia. 


En Tiburón las casas, muchas de ellas con embarcadero propio, tienen cerca tiendas de lo más agradable en unas viviendas que sobre los años sesenta se trasladaron de encima del mar, un poco al interior.


Y, casi obligado, una fuente de agua con una aleta de tiburón. Previsible, pero bonita.


Para cerrar el círculo de la jornada, regreso a SF (utilizan las iniciales de San Francisco de forma habitual) por Berkeley, el famoso campus universitario del movimiento hippy y la contestación en los años 60/70. 



Junto a una biblioteca tenían una reproducción de la primera página de periódicos del día de diversos países. 


La de arriba es una torre que imita a la de la plaza de San Marcos, pero como estaba cerrada no pudimos subir para ver la vista. 


Otros dos edificios de la Universidad, fundada en la segunda mitad del XIX: el más antiguo de todo y una de las bibliotecas. La zona, tranquila, invita a la meditación.



El parque está lleno de ardillas.



Por medio, jardines y césped con mucha people pese a tratarse de un sábado de julio.



Arriba, en el cafe Grace, se celebraba una boda. Debajo otra de las varias bibliotecas.


Volvimos a SF cruzando un larguísimo puente de peaje, el San Francisco Oakland Bay Bridge, que tiene una interesante historia.




Y antes de volver a casa, de nuevo a la Lombard street, esta vez en coche.




Y de momento, le decimos adiós a SF: mañana salimos pronto para el sur por la costa en una larga excursión que nos llevará a Las Vegas, el cañón del Colorado y otros destinos. 

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