(4) Por la Big Sur hacia Los Angeles (On the road 1 y 2)


Tal y como estaba previsto, el pasado domingo iniciamos nuestra andadura hacia el sur, camino de los sitios emblemáticos de la costa Oeste, Los Angeles, las Vegas....Salimos de San Francisco a primerita hora de la mañana para enfilar la Highway 101, también llamada Camino Real (nombre que se conserva, así tal cual, porque unía las misiones de la alta y la baja California) con un enorme Toyota Sienna de nuestros compañeros de intercambio y un Tom Tom que al principio nos jugó algunas malas pasadas.


Tras algún momento de desconcierto, provocado también por un pilotito del coche que indicaba que alguna rueda tenía baja la presión, aprender cómo va el tema de la gasolina y demás, llegamos a este idílico rincón, llamado Carmel-by-the-sea, del que hace tiempo fue alcalde Clint Eastwood.

El caso es que viene siendo una playa bastante chula y natural, junto a unas laderas en las que se asientan montones de chalecitos de veraneo a cada cual más estupendo.

Dimos una vuelta por la zona y la verdad es que se pueden coger buenas ideas, pues había casas magníficas, algunas en lo que aquí se denomina estilo español por influencia de las Misiones, cuya presencia en esta zona fue y sigue siendo importante. Las casas, sin embargo, quedaban prácticamente camufladas bajo los árboles, algo que a nosotros no se nos da muy bien



Y allí mismo está la segunda de las misiones fundada por Fray Junípero Serra, la de San Carlos Borromeo. Para quien quiera ver algo más sobre este interesante tema  aquí hay información.

Para los cánones americanos y teniendo en cuenta que el tal fraile, arribó a estas costas en 1770, esto es como si fuera de los tiempos más pretéritos. De todos modos y como es una zona en la que a principios del siglo veinte hubo terremotos tremebundos, prácticamente todas las que se pueden visitar ahora son reconstrucciones, eso sí, muy fieles y cuidadosas.


Con todo, nos llamó la atención que no existe en realidad ningún reconocimiento de la presencia española, salvo en el caso de este regalo del Instituto de Cultura Hispánica.



Tanto en ésta como en las que visitaríamos al día siguiente, pudimos percibir que son lugares muy agradables, con un punto relajante .


Junto a esta Misión, hay una escuela católica.


Y de Carmel enfilamos ya la famosa Big Sur, que es la carretera, no autopista, que baja serpenteando pegadita a la costa del Pacífico hacia Los Angeles. 


Hicimos casi 200 kilómetros de curvas, con mucho tráfico de turisteo y muchas paradas para ver el paisaje. 

Hay que decir que es espectacular y que realmente se hace muy entretenido, aunque cuando se viene de Galicia tampoco te impresiona. Es lo que hay.


En una de las paradas, nos topamos esta curiosa caravana con la imagen de un perro en la ventana que parecía de verdad.


Ya al filo de las cuatro de la tarde, paramos en el núcleo de Big Sur, en un restaurante bastante curioso, con mucha gente, y música jazzera en vivo.


Era también un motel, con una zona de esparcimiento junto al río. El personal se refrescaba pero también hay que decir que durante todo el día el tiempo fue más bien fresquito, ideal para andar de viaje.


En una roca y desde lo alto, avistamos unos elefantes marinos tomando el sol.

Un poco más adelante, pudimos disfrutar del espectáculo de estos animales descansando a pie de playa.



Por supuesto que levantan expectación ya que pasan aquí todo el año.


Y es que estos inmensos mamíferos nacieron aquí, a partir de una repoblación controlada que se hizo hace más o menos un siglo, ya que estuvieron a punto de extinguirse.

Sólo viven unos 9 años y las hembras paren una sola cría tras un embarazo de 11 meses. Durante el amamantamiento, que dura un mes, no se mueve y vive de sus reservas. 

Son unos bichos curiosísimos. Estaban totalmente sopas, pero algunos se movían constantemente y se rociaban de arena con sus aletas.


Pueden pasarse hasta dos horas bajo el agua sin respirar y alcanzan profundidades de hasta 1.500 metros. Son auténticas moles de hasta 4 toneladas.

Y después de un rato llegamos a nuestro motel, el Vagabond Inn de San Luis Obispo: sencillito y práctico, a la par que baratito (77 dólares habitación). Siempre tienen aparcamiento y, en las proximidades, sitios para tomar algo.


Tiene, como casi todos los moteles, hasta piscina, aunque el tiempo no invitaba a disfrutarla pues seguía haciendo fresquito.


Al lado había un Denny`s, una de las cadenas de restaurantes más famosas de USA, ya que tiene 2.500 nada menos y fue fundada en 1953. La comida se la puede imaginar cualquiera, ya que tuvimos que aplicarnos para conseguir algo parecido a un plato con verduras en plan vegetariano y, al desayuno, algo sin beicon y huevos, pero al final lo logramos y no estuvo mal. Además nos rebajaron el 20 por ciento por estar en el motel, así que muy bien.


Tras desayunar y comprobar el aire de las ruedas (esta vez bien, en un Sears) salimos hacia Solvang, una verdadera sorpresa.


Y es que es nada menos que un pueblo nórdico, danés para más señas, trasplantado a California hace un siglo por una colonia de emigrantes de ese país que decidieron reproducir fielmente la arquitectura y hábitos de sus pueblos de origen.


El resultado es una delicia, aunque no creo que esos tejados en punta sirvan para liberar mucha nieve en los meses invernales, ya que aquí no la hay, pero ahora el pueblo es lo más parecido a un parque temático, pero de verdad, aunque es inevitable que cientos de turistas pululen por sus calles y sus tiendecitas.

Y, cómo no, un recuerdo para el mayor cuentista de nuestra infancia con patitos feos y soldaditos de plomo, Hans Christian Andersen.


En el mismo pueblo otra misión, la de Santa Inés, que no visitamos por dentro pues teníamos previsto hacerlo en la de Santa Bárbara poco después.


Arquitectónicamente, todas se parecen, y también en los jardines y el entorno.



Callejeamos encantados por Solvang, incluso nos tomamos un café con un pastel de manzana en una de las numerosas pastelerías danesas. Riquísimo.


Un sitio encantador, con aparcamientos y baños públicos y gratuitos. Mereció mucho la pena.


Aquí unos aguerridos, dispuestos a hacerse la ruta 66 con este bólido maravilloso.


Y de Solvang a Santa Bárbara, que se ve desde un alto, antes de empezar una pendiente pronunciada hasta llegar al mar.


Lo primero que hicimos fue localizar la misión


Se fundó en 1872 y también fue objeto de sucesivas reconstrucciones pero está muy bien mantenida y tiene un museo interesante.


Los indígenas a los que evangelizaban y enseñaban otras muchas cosas, como tocar instrumentos musicales, eran los chumash.


Tiene dos grandes patios, uno dedicado a jardín  y otro es un cementerio en el que enterraban a indígenas, frailes y familias de los pioneros, venidas de España.


Entre ellos, los Covarrubias.


Estos dos frailes heterodoxos se colaron por el camino.


La ciudad de Santa Bárbara, muy agradable y sin apenas construcción en altura, ha mantenido el estilo constructivo de la misión. 


Dimos una vuelta por la cuidada zona comercial.


Y nos llegamos en coche hasta la playa, donde nos topamos con la caseta del vigilante de la ídem.


Tras un paseo por la  zona, relativamente concurrida para lo que vemos por aquí, enfilamos de nuevo el Camino Real, con mucho tráfico, notándose ya la cercanía de Los Angeles. 


Pasamos por Malibú, cuya playa no vimos porque está en la práctica copada por casas. La foto siguiente ya es de Santa Mónica. Una vez instalados en el hotel, el Travelodge, agradable pero bastante más caro que el del día anterior, por aquello de que la zona es la más chic de Los Angeles, fuimos hasta la playa, donde está el ambiente. Fely se llegó hasta el agua, después de atravesar el inmenso arenal y dijo que estaba muy buena.

Cenamos en el muelle de madera de Santa Mónica.


Estaba muy animado al filo de las ocho de la tarde, cayendo ya el sol.


Elegimos un restaurante en el que tomamos pescado: Una sopa muy rica dentro de una boya de pan, una especie de centolla y una tilapia (pescado).


El resultado no estuvo mal, aunque la presentación sigue siendo un poco sorprendente para nosotros.Y, como siempre, las inevitables patatas fritas.



En un rincón de la playa, algunas imágenes que reflejan su intensa historia. 


En el mismo muelle hay un parque de atracciones, espectacular por la noche.


2 comentarios:

  1. qé bien les sienta el hábito a los aguerridos! especialmente a Alfonso ;), los leones marinos una pasada...muchos besos y a seguir disfrutando

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  2. Os estoy leyendo con mucho gusto y mucha envidia. Y además he descubierto el Diario de vuestros primeros intercambios. No es que sea prolijo, es que está lleno de detalles y observaciones agudas, interesantes y divertidas. Un acierto de narración (aplauso)

    Seguiré expectante vuestras andanzas por la Costa Oeste. Un abrazo. Carles Corominas

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